Durante milenios se ha puesto en duda la existencia del alma. Dicen que es una cosa muy pequeña, como un suspiro que vuela al morir. No voy a entrar en la parte religiosa, ni en la filosófica ya que no tengo preparación y me interesa relativamente. Pero sí que creo que es importante hacer un matiz sobre ella y los artistas. Ahora que la publicidad –mejor, el marketing- eleva a los altares a cualquiera, que el tío google, la wikipedia o cualquier criterio echado al viento sin ton ni son sirven como referencia y apoyo a cualquier mínimo conocimiento hemos de intentar más que nunca ser críticos. Saber dónde estamos saber cuáles son nuestros límites, saber que no hay nada tan fácil, ni nada es del todo difícil. Pero lo que sí que hemos de intentar es ver y echarle alma a las cosas. Alma. Porque el alma es vida, y la vida se mueve y el movimiento hace camino. También hay que ver y echarle verdad: la verdad es sentimiento. La verdad es algo que quieres contar, algo que deseas que se sepa, algo que decir, si es original y además lo haces con magistral técnica enhorabuena, eres un genio. Si no, aunque tu gloria perdure unos años, el tiempo se encargará de borrarte. Las cosas que son lo SON porque tienen alma y conquistan y además vende por sí solas. Las cosas que tienen alma, la poseen porque encierran un no se qué que decían siglos atrás, algo que se huele, un sentimiento que se transmite, algo que existe que está entre tú y la obra, una emoción, un amor hacia las cosas y hacia el oficio…
Autores que ahora somos todos. Ahí está la diferencia: el alma o no. Críticos que ahora somos todos: Ahí está la diferencia el saber captar el alma, si se tiene y si no, pues nada.