Andaba yo en el autobús y....
Que me iba a casa. Y al lado mío había dos hombres, uno mayor y otro más joven, de mi edad más o menos... Estaban hablando de fontanería psoecialista, que si la consejera tal y la cual, que si estaba muy contenta, que si... que si... Ninguno de los dos quería arremeter contra la sujeta, de la cual hablaban maravillas, aunque se les veía con ganas. Y esperaban una señal del otro, saber de qué pie cojeaban y cuáles eran sus afinidades y sus familias para descuartizar a la consejera. Al final salió, claro. ¿Sabes por qué está ahí? Por lo de la cuota. -Eso de los mismos hombres y mujeres en los gobiernos-, que a mi me parece una parida, pero en fín. O sea, que cuando esté una mujer en el poder, será por la cuota, no por méritos propios claro... Que siempre estamos igual, que antes, que mujeres no, y ahora que gracias a la couta, que si no... En fin.
Menos mal que cerca que estaba desarrollando una escena, bastante más interesante, por cierto. Un adolescente nerviosísimo, tenía algo entre sus manos. Me acerqué. Era una gatito, no, una gatita, que estaba hecha un ochito y arropada en una camiseta. Dormía y su joven dueño no quería que el autubusero se percatara de que llevaba al bichín, ya que no se puede subir animales al bus. A pesar de que ya había animales en el bus, al menos dos cerdos. Le dije que como se llamaba la bebé, me dijo que no tenía nombre... Otra sintítulo, pensé. Y aún estuve por decirle que la llamara Isa, pero naturalmente, no se lo dije... ¿Para qué? Pensé.
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