Hoy me he percado de que el paraíso del embutido ha cerrado sus puertas. La Garriga estaba en León XIII nº2. Hoy se alquila el local. Y de su sabor sólo queda el rótulo y el recuerdo. Ni siquiera lípidos, que ya se habrán metabolizado después de tantos años. Cuando era cría, vivíamos cerca y mi madre compraba ahí embutidos y quesos en las fechas señaladas, pues era carísima. Jamón y lomo embuchado, pero del requetebueno. Me acuerdo lo bien que olía. Y aunque era una tienda moderna, tenía el sabor del comercio de antes. Ya ha cerrado sus puertas, ya no olerá más a jamón, ya no sabremos más de las choriceras que cortaban el fiambre con mimo y aplicación.
Cuando tenía seis años, tenía un agujero en la tibia, una oquedadcilla y se me rompió la pierna. Fue, lo supe después, un buen susto para mi familia, ya que el agujerillo podía ser síntoma de algo bastante más grave. Que no fue, afortunamente. Y cuando mis padres se enteraron, me dijeron: ¿Qué quieres que te regalemos? Y yo, que siempre he sido muy original conteste: un lomo embuchado de La Garriga. Y mira, que me recuperé perfectamente gracias al lomo y a los cariños de mi tío Manolo Royo que es el que me reparó mis múltiples fracturas. Y a los mimos familiares, que recuerdo que también me compraron el barco pirata de Playmovil.
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