Al fin ha dejado de caer agua. Al fin nos hemos quitado las medias de invierno. Al fin vamos a poder ir a la piscina. Al fin disfrutaremos de las terrazas. Al fin los pequeños y los mayores pueden campar a sus anchas. Como todo en Zaragoza, ha llegado de repente. Hace sol y los niños de Sorolla seguirán bañandose en las playas.
Es San Juan. Una de las cosas más bonitas que he visto en mi vida fue en unas fechas similares a éstas, hará ya cuatro o cinco años. Estuvimos en el Cabo de Gata para San Juan, y la noche más cortas se celebraba en la playa. Había hogueras y la gente se agolpaba alrededor de ellas. Algunos cogían barcas y se metían en el mar...
En verano, hace más años todavía, vi otra de las cosas que me habrían de marcar para siempre: Un rompimiento de gloria cerca del Castillo de Gormaz, en Soria. Entendí porque nuestros artistas -los barrocos, sobre todo- reflejaban el espirítu de la divinidad a través de la captación de ese momento en el que los haces de luz atraviesan las nubes reventonas de las tardes de verano.
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